martes, 17 de junio de 2008

Odio

1- Odio los mosquitos cabrones que sobrevuelan mi oreja hasta que consiguen despertarme para luego desaparecer. Estoy empezando a pensar que tienen capacidad de camuflaje camaleonil porque cuando me levanto a darles caza no están. Estoy seguro que no los encontraría ni el mismísimo Grissom.

2- Odio los jodidos asesinos al volante que por llegar cinco segundos antes al trabajo hacen una maniobra que por poco provoca un accidente múltiple en medio de la autopista. Siguiendo con el tema de coches añadoa mi lista negra a los aparcachoches. Odio que una persona que no cotiza para la SS se aproveche de los pocos aparcamientos gratuitos que hay en la ciudad y, por si fuera poco, encima gane más dinero que muchas otras personas que ganan su sueldo dignamente. Algún día haré un articulín sobre ellos.

3- Odio las reuniones de negociación en las que estoy sentado frente un espectáculo sexual, en las que mi jefe le hace una larga felación al cliente mostrándole nuestro gran producto innovador para luego darle por culo con el precio y las licencias.

4- El robocó.

lunes, 16 de junio de 2008

Capitulo 1: El Todo Incluido (1/4)

Los hoteles de todo incluido son aquellos en los que te puedes hinchar a comer y beber durante todo el día por un precio bastante ajustado. Muy adecuados para la actual crisis, para los bolsillos estrechos y para las personas que buscan un tipo de relax que incluya una buena ración de marcha. La marcha no está incluida en el paquete ya que la "disco" del hotel cierra a la una, demasiado pronto para un alma nocturna como yo.

Como cada año (desde hace ocho ya) disfruto junto con un puñado de amigos de un fin de semana relajante rodeado de paz, de playa, de naturaleza y de la flora y fauna (autóctona y foránea), sobre todo fauna que campa a sus anchas por el hotel. Todos ellos con olor a aftersun, lenguaje extraño, embriaguez total y un color rojo Ferrari de piel.

¿Quien ha dicho que ser guiri es fácil?

- Te tienes que asar literalmente bajo el sol, porque has venido pocos días y el bronceado se cotiza bastante bien por los países nórdicos.
- Tienes que emborracharte y hacer cánticos que para alguien que no sabe de idiomas tiene semejanza al balar de una oveja enfadada.
- Tienes que apestar (ya obviamos el verbo oler) a aftersun durante todo el día.
- Tienes que vestir con sandalias y calcetines blancos como seña de identidad porque dudo que con la calor que hace sea porque todos tienen los pies fríos.
- En pleno año de eurocopa tienes que ir a ver el fútbol adornado con la correspondiente camiseta que viste la selección de tu país.
- A pesar de estar en un hotel en medio del campo en forma de bungalows y con un precio tan ajustado, te tienes que quejar por todo lo que te moleste, aunque se obvio. Como aclaración diré, querido guiri, que en el campo hay hormigas y que si te echas la siesta tumbado en el césped de delante de tu habitación, es probable que se te suban algunas por la entrepierna.

Nosotros lo hemos intentado pero solo hemos llegado a conseguir grandes méritos, aunque sobradamente, el segundo punto. Para nosotros sonaban bien nuestros cánticos, pero he de reconocer que el idioma mallorquín a oídos externos en plena verborrea etílica puede sonar de lo más desagradable.

Cada uno de los siete integrantes de esta expedición tuvo su papel dentro del equipo pero destacaré a dos de ellos. Del primero diré que se emborrachó a las dos horas de pisar tierra hotelera y luego se dedicó a intentar sin descanso y sin éxito la conquista de la mujer extranjera, y del otro diré no se perdió ni una sola de las seis comidas diarias (desayuno, almuerzo, comida, merienda, cena, post-cena a las dos de la noche o así).

Los detalles me los guardaré para mi recuerdo, aunque no me acuerde de la gran mayoría de ellos, y para el lamento de los que no vinieron y intentaré conseguir alguna que otra foto poco conflictiva para vuestro regocijo y para ver si me ayuda a refrescarme la memória.

Con este evento doy por empezada una serie de cuatro fines de semana, cada cual más intenso e interesante. Hotel, Sant Joan a Ciutadella, cena de final de temporada del fútbol (con autocar de trasporte inclusive) y fiestas de mi pueblo.

Seguiremos informando.

miércoles, 11 de junio de 2008

El viaje de mis sueños

Me hallo en medio de un desierto en algún punto perdido del globo terráqueo. Ya le comenté a Maria que me dan miedo las alturas y los sitios cerrados y que volar durante 8 horas seria un suplicio para mi revuelto estomago.

Nota mental: no tomar fabada antes de volar.

Para hacer más llevadero el viaje, Maria me proporcionó unas pastillas tranquilizantes XXL que me tendrían groggy durante casi todo el viaje.

La situación era normal hasta que se levantó un hombre de gesto serio, rasgos árabes y, pistola en mano, amenazó a una azafata con volarle los sesos si no abría la cabina para que el piloto le llevase hasta no se que sitio en medio de África. La señorita de generoso escote y cabello largo y rubio accedió cual Maria Magdalena a sus pretensiones y el avión volteó sobre sí mismo para dirigirse al nuevo destino a pesar de las advertencias de falta de carburante del piloto. El señor musulman ignoró las palabras del jefe de vuelo.

Con el pasaje revolucionado, niños llorando, alboroto constante, desconcierto general, ataques epilépticos de la chica de mi lado, un anciano siendo reanimado y sobrevolando todavía sobre el mar el piloto anuncia por los altavoces que el avión se ha quedado sin gasolina y que lanzarán el contenido de la bodega para rebajar lastre, en un ataque de gilipollez pensé en mis calzoncillos de Spiderman perdidos en medio del océano, y con la inercia intentar llegar a tierra firme.

Minutos más tarde, después de un aparatoso aterrizaje que seccionó el avión por la mitad, con prácticamente todo el pasaje en forma de cadáveres, los pocos supervivientes decidimos adentrarnos en el desierto en busca de civilización para así intentar salir de aquella pesadilla.

Después de dos días caminando escribo estas lineas, como único superviviente de aquel fatídico viaje, en medio del desierto. Cae la noche y desde mi posición vislumbro unas abundantes luces a lo lejos que se asemejan de una ciudad pero las piernas no quieren dar ni un paso más. Exhausto, hambriento, débil, deshidratado y malherido pierdo el equilibrio y me desmayo.

No se cuanto tiempo pasó hasta oír una voz femenina que me acariciaba la cara suavemente al mismo tiempo que me decía:

- Pep, soy Sonia, ¿quieres una cañita?

Abro los ojos, me limpio la baba que cuelga de la comisura de mis labios, miro los ojos de Sonia fijamente, desciendo la vista unos dos palmos más abajo y con voz cortada y temblorosa respondo.

- Y de tapita, ensaladilla, por favor.

viernes, 6 de junio de 2008

El tiempo

A veces te das cuenta que la vida corre demasiado deprisa. Te das cuenta de ello cuando te paras, te sientas tranquilamente en un banco y te dedicas a observar como pasa la vida, sin ninguna prisa, como si el mundo se hubiese parado esperando a que te vuelvas a montar en él, y notas todas esas cosas que el ajetreo diario no te deja saborear. El canto de los pájaros, el silbido del viento a través de las ramas de los árboles o los latidos de tu propio corazón se superponen a los motores de coches, el estrés en los viandantes y el murmullo urbano. En ese momento te invade una enorme paz y al cabo de unos segundos te pones a pensar y con un rápido flashback vuelves a un momento feliz de tu vida.

La mañana empezó muy temprano a ponerse cuesta arriba al apagar el despertador y empezarme a hacer a la idea de la obligación de levantarme. Los cinco minutitos más de siempre se convirtieron en tres cuartos de hora y con todo eso me dí cuenta que había perdido el bus para ir a la reunión más importante en la historia de mi empresa.

Me lavé la cara. Me vestí adecuadamente para la ocasión, ni demasiado serio ni demasiado informal, al fin y al cabo yo solo era el que iba a presentar las ventajas técnicas del proyecto, no tenia ni que firmar ni que pagar.

Salí del ascensor, miré el reloj y caminé apresuradamente hacia la parada de bus como cada día. Por el camino me encontré con Gonzalo.

Gonzalo es un vagabundo que "habita" tres portales pares más atrás del mio, justo al lado del locutorio donde compra el vino. Según se cuenta, la bebida y el juego le llevó a donde está. Joven apuesto y de carácter ganador años antes se había convertido en una persona que desprendía tristeza y desolación por todos los costados, aunque a él no parecía importarle, a pesar de su estado siempre tenia una sonrisa en su boca. Él tenía algo que las demás personas que lo mirábamos con tristeza no teníamos: Tiempo.

Crucé el parque de delante de mi oficina y llegué hasta el portal. Justo antes de entrar por la puerta noté un leve movimiento al lado del bordillo de la acera. Bajé la vista y vi un pajarito asustadizo que caminaba dando saltitos. Se paró y nos quedamos mirándonos brevemente. Poco a poco me fui acercando a él esperando que huyera volando pero eso no ocurrió. Extendí la mano hasta acariciarlo y después recogerlo delicadamente.

Fui de nuevo hasta el parque y me senté tranquilamente en uno de los bancos. La reunión ya no me importaba una mierda. Cogí a mi pequeño nuevo amigo entre mis manos y lo miré al detalle, probablemente se habría caído del nido. Tenia sangre en las alas. A todos los efectos, ya estaba muerto.

Sentí que ese pequeño pajarillo necesitaba ayuda, necesitaba vivir, necesitaba volar. Me acordé de tantas veces yo había querido volar sin llegar a conseguirlo, así que me decidí a ayudarlo para que él pudiese sentirse libre, para que pudiese volar.

Miré de nuevo mi reloj y lo veía borroso, una pequeña niebla no me permitió ver las agujas, no sabia que hora era, no oía nada más que el silbido del viento al pasar a través de las ramas de los árboles. No notaba el paso del tiempo.

Me acomodé en el banco mientras sonreía. El pajarillo me miraba fijamente como si me estuviese dando las gracias. Miré hacia donde mi vista alcanzaba y al cabo de unos segundos me puse a pensar y con un rápido flashback vuelves a un momento feliz de tu vida.