viernes, 29 de febrero de 2008

Sigmund Freud y la Mahou

Un martes cualquiera a las 8:30 de la mañana. Las legañas se me clavan como alfileres en el lacrimal, apenas me dejan ver lo que tengo delante y bostezo tras bostezo voy caminando hacia mi jaula particular de 8 horas diarias dentro de este zoológico llamado ciudad.
 
Llego tarde como siempre pero, teniendo en cuenta lo que me pagan, no me importa una mierda. Mientras camino intento otear la calle en busca de una fémina de curvas peligrosas que me alegre la vista.
 
Dentro de mi desánimo me quedo embelesado mirando una niñita de cabellos rubios, vestido blanco sencillo y de rostro angelical que está cruzando un paso de peatones y a unos cien metros veo un camión de reparto de cerveza Mahou viniendo a toda velocidad con el conductor hablando por el móvil. El impacto es inminente.
 
Mi instinto toma las riendas de mis piernas y me pongo a correr hacia la niña, la cojo, la empujo hacia la acera y en un último esfuerzo salto yo también hacia la acera mientras noto como el parachoques del camión golpea brutalmente mis piernas.
 
A los pocos segundos estoy en el suelo, dolorido, rodeado por una multitud de gente de la sobresale un hombre que se me acerca diciendo que es médico y empieza a valorar los daños en mis piernas. Ha habido suerte, solo es un golpe. Un señor golpe. La multitud explota en júbilo y me felicitan animadamente por mi acto heroico. Aplauden, sueltan palomas, papelillos de colores y los flashes de las cámaras de fotos no me deja casi ni ver.
 
El conductor baja del camión, se me disculpa entre lágrimas y después me ofrece gran parte de la mercancía (la que no se habia desparramado por el suelo a consecuencia del frenazo) como compensación por las molestias causadas y se presta a subirlas a mi casa y colocarlas delicadamente apiladas en la cocina. Las acepto de buena gana. Creo que hasta tuve una erección. Lo malo es que ahora tendremos la cocina llena de cerveza y habrá que cocinar en el balcón.
 
Y allí estoy yo, tomándome una fresca cerveza y contemplando al repartidor que caja a caja va llenando mi cocina. Casi ni me acuerdo del golpe en la pierna, soy feliz.
 
Después de diez minutos de estar apoltronado en el sofá me entran unas tremendas ganas de mear y cuidadosamente me levanto y cojeo por el pasillo hacia el baño. Ando y ando y de pronto reparo que el pasillo no acaba nunca. Joder. Me lo pienso un poco; luego me saco la chorra, me apoyo en la pared, apunto al filo de la moqueta, y me dejo ir...
 
Entonces me despierto.
 
Era un martes por la mañana a las 6:15 de la mañana. Tenia 26 años y me había meado encima.

jueves, 14 de febrero de 2008

San Valentín

Jueves. 7:30 la mañana. Me desperezo mientras espero que el microondas acabe de calentar el café. Aunque parezca un día normal hay algo dentro de mi que me dice que no lo es. Me siento incomodo, inquieto, nervioso, agitado, como si supiese que algo extraño me iba a pasar. Justo cuando estoy abriendo el coche para ir a trabajar recibo un sms. Es Marta.

Marta es una morena de pelo largo, mujer de ideas claras de día y terremoto sexual de noche, y además, la chica con la que comparto mis momentos íntimos.

- "¿Sabes que día es hoy?"

WARNING!! Todos a las trincheras! Alarmas y sirenas suenan en mi interior, veo luces rojas intermitentes por todo y hasta la mujer que camina a dos metros de mí parece haberse percatado de que algo no me iba bien. ¿Porque narices seré tan despistado? ¿Será su cumpleaños? ¿El cumpleaños de su gata? ¿El día de la muerte de Chanquete? ¿Le contesto diciendo: "claro que si cariño, felicidades"?

Entro en el coche y enciendo la radio para intentar calmarme y lo primero que oigo es:

- "Se la quiero dedicar a mi novia por el día de San Valentín, porque la quiero mucho y bla bla bla"

Me quedo en silencio conteniendo la respiración y acto seguido suena el Ordinary World de Durán Durán. Bien. Cambiamos una tarde con amigos y cervezas por una tarde de cine, cena romántica y dosis de cariño y atención que empalagarían a la sal. Cambiamos una PlayStation 3 por ir corriendo al Corte Inglés a comprar un regalo, reservar mesa en un restaurante (abstenerse McDonalds y derivados) y por una botellita de cava potable (o sea, que no parezca sidra).

Después de merendar, más sereno, habiendo contestado al sms, me pongo a pensar un poco.

- ¿Y si no le regalo nada este año diciendo que esto es un invento de El Corte Inglés y que nosotros nos queremos durante los trescientos sesenta y cinco dias del año y tal? -Pregunta mi inocente alter-ego.
- Pues amigo Pep, estarás condenado al más cruel de los rencores interiores femeninos. Es posible que no sea hoy, ni mañana, ni de aquí tres meses, pero algún día ella te recordará que no le regalaste nada el 14 de febrero. Será como una espina que llevará clavada en su corazoncito y que de vez en cuando querrá compartir contigo haciéndote ver que fuiste desconsiderado, egoísta, abominable, asocial y cruel. Que en el trabajo ella tuvo que mentir diciendo que le habías regalado la ultima colonia que anuncia la "amiga" de Sarkozy para así no tener que dar explicaciones de como va vuestra relación.

- De verdad guardan esos rencores? -Insiste con síntomas de desesperación
- Estos y más. En las típicas discusiones de pareja es donde realmente te puedes dar cuenta de la capacidad de rencor que puede llevar dentro una mujer del siglo XXI. Cada cosa que digas, cada cosa que hagas será almacenada sistemáticamente esperando la oportunidad de escupirtela a la cara en el momento menos pensado para dejarte prácticamente a la altura de la mona Chita. Esas son las llamadas "armas de mujer".


No por ser las armas del sexo débil tienen que ser poco peligrosas. Muchos enamorados confiados han sucumbido en el campo de batalla (o lo que es lo mismo: en las relaciones de pareja) por no seguir el camino establecido por el manual de como tener contenta a la parienta. Más de uno, viéndose venir el percal abandonó la idea de entender a las mujeres para dedicarse a metas más factibles, como por ejemplo encontrar el ultimo decimal del número pi.

Por todos estos motivos, solo me queda desearos suerte y un feliz San Valentín a todos los enamorados. Y al resto recomendarles que para ir al cine o a cenar mejor que esperen a mañana, que hoy estará muy lleno por todo.

viernes, 8 de febrero de 2008

Encuesta

Cual es la afirmación más correcta a la pregunta: ¿Porque practicamos el fútbol?

1º Mejora tu vida social afianzando vínculos amistosos.
2º Desestresa y sirve para levantarnos del sofá y hacer algo de ejercicio.
3º Nos permite tener algo que hacer en domingo.
4º Incluye tener cenas de plantilla donde se reúnen más de una veintena de "solteros" ávidos de apretarse un cubata detrás de otro y pasárselo lo mejor posible.

Yo lo tengo claro: No party, no football.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Vivir y morir

La vida y la muerte son los dos elementos más importantes de nuestra existencia. La vida como inicio de la misma y la muerte como disfunción total y vuelta a la inexistencia.

La vida es corta, dura, intensa y, a veces, gratificante... solo le falta tener forma fálica para parecerse a mi pichilla.

En cambio la muerte es uno de los grandes miedos con los que convivimos a diario, aunque después de años y años de convivencia con ella le pierdes el miedo, el respeto y le restas importancia a la única cosa que hace que se acabe todo. Piensas que está ahí, que llegará algún día, pero siempre piensas que aun queda un rato para que llegue o que no te tocará a ti.

De joven temes a la muerte aunque alguna vez te apetezca ir a jugar a poker con ella, sobre todo con el coche, y a veces ella saca una escalera real y sales por el periódico. Temes por el sufrimiento de tus seres allegados casi tanto que por el tuyo propio, temes porque a tus padres les pese la frase de "era tan joven" y temes el perderte las múltiples etapas que tiene la vida. En cambio, cuando estás llegando a la vejez, sin ascendencia y esperando el fin de tus días, temes sobre todo a que nadie llore tu muerte, a tener conquistados los suficientes trocitos de corazones de gente allegada para que realmente se note tu ausencia o a que en tu funeral alguien acompañe al cura y tengas flores en tu nicho, por lo menos la primera semana, aunque no las vayas a ver ni oler.

Yo ya no suelo ir tanto de timbas con la muerte y a pesar de temer por el sufrimiento de los demás pienso que también me gustaría ser recordado si algún día llega el óbito. ¿Me debo estar volviendo mayor?