sábado, 29 de marzo de 2008

A veces vale más corto y bueno que largo y ...

Hace ya algunas primaveras mi vida nocturna se resumía en la ingestión etílica a gran escala para luego, sin posibilidad de ruborización, lanzarme con mis compañeros de noche, nuestro Jeep y la carabina, a la caza y captura de la fémina que en esas horas estuviese de mejor ver, teniendo en cuenta nuestra visión borrosa. Nosotros nos lo pasábamos bien, no nos importaba nada e iban pasando las noches de forma semejante pero sin ser iguales, con lo que no caíamos en la rutina. Incluso algún que otro día la cacería tuvo éxito, hecho que festejábamos de la mejor manera posible. Salir de marcha cada viernes y cada sábado era casi una religión, una tradición, algo que aunque estuvieses resfriado y con algo de fiebre tenias que cumplir como el respirar.

La gente no tenia móviles, no había euros y con seis mil pesetas te podías ir a cenar de un buen chuletón con vino y luego inflarte a copas. Eran otros tiempos. Tampoco había botellones.

Las películas españolas que solían emitir por la tele nos hacían ver al Latin Lover como una forma de vida interesante y intentábamos parecernos a ellos. Por eso, en aquel entonces no tenia intención de tener novia.

Hasta que apareció Inmaculada.

A Inmaculada, Inma para los amigos, le quedaba perfectamente el nombre a su forma de ser. Chica de rostro angelical, lampiño y suave, pelo largo castaño claro, ojos claros y medidas justas. Los que la conocían me comentaron que tal era su aura que cuando se despedía de alguien nunca se atrevían a contestarle con un "adiós", sino con un "hasta luego" o un "hasta pronto".

El Latin Lover que llevaba dentro se fue desmoronando para centrarme exclusivamente en Inma, la veía todos los sábados con las mismas amigas, en el mismo rincón del pub y bebiendo lo de siempre, un Martini con 7Up.

Un día dí el paso a conocerla. Como no podía ser de otra manera, previa ingesta del agua de los floreros.

Estuvimos hablando largo y tendido durante esa misma noche y durante la siguiente que volvimos a coincidir. Sin darme cuenta había escondido mi carabina para sacar la red de cazar mariposas.

La cosa pintaba muy bien hasta que me dijo que el domingo (al día siguiente) se iba a la península a estudiar y que no volvería hasta el verano siguiente. Estaba claro, la iba a perder. Intenté convencerla para que se quedase, pero todo intento fue en vano. Al rato ella me dijo que ya se tenia que ir porque el avión salia temprano y me dio un beso en la mejilla.

Como decía antes, eran otros tiempos, hoy en día si una chica te da un beso en la mejilla, por muy sincero y cariñoso que sea, lo más normal es que te quedes mirándola con cara del que pela una espiga y le da los granos a otro. Es insuficiente. No basta para nada. Pero cuando Inma me besó noté algo intenso que emergía de los más hondo de mi pecho. Me puse nervioso y hasta enrojecí.

No volví a saber de ella hasta hace poco que me perdí y fui a parar a mi antiguo local de copas, la mayoría eran nuevos pero todavía podía reconocer algunos rostros de gente habitual. Me acerqué al rincón donde siempre estaba Inma y allí estaba ella. Más mujer, con el pelo más corto pero la misma cara de ángel reencarnado en niña. Nos reconocimos al instante.

Me contó que ya había acabado la carrera y que había venido para quedarse, pero la magia del momento solo dura eso, un momento. Las cosas habían cambiado y con el tiempo se nos había ido esa atracción que tuvimos antaño.

Quedamos regularmente como buenos amigos.

1 insensatos contestaron:

Anónimo dijo...

Al menos que se sepa usar!

=)